Absent Dominican
(10/6/06)
I was born on an island full of palm trees,
Coconut and fruit.
I was to my island the funny one,
The outlandish one of mixed races.
And in each dawn I would look for the heart of my island Quisqueya,
In all the places of devotion and sanctuaries
Even below the very abyss.
On one night of a harsh wintery February,
I was separated from her.
And now in me,
In a cold dwelling with false heat,
I realize that you are no longer my possessor.
And not even rancor accompanied me in that long departure.
And in the absence of my childhood, all my memories:
Mangú, like majarete, the Criollo palate, died in me beneath the white snow, of a city of skyscrapers.
And I opened my soul and only saw
The red color of dried leaves in autumn as your mountains.
A drop rolled down my old and tired cheek through time,
As the color of your tropical sea, my beloved island.
I wanted to be faithful to nature, as the creator
had planted for all of us, Dominicans;
but I never again left my footprints when walking barefoot
through the old pathways of my land,
To feel the steps of my ancestors, my dear Quiqueya.
I was the Judas that, with the old suffering of his infancy
I created a hate and became a bandit,
The one who sold out to his country and transformed
Into the ruffian who forgot his palm trees,
The free breezes of the Carribbean, the tamarind water
For the cold concrete and brick edifices,
Without windows,
With only decomposed, false air.
I sold out to my golden orange
To view instead grey sunsets.
I lost the nobility, the love of a nation.
And for a few foreign coins
I sold out like any degraded soul of the street.
Domincano Ausente
(10/6/06)
Nací en una isla llena de palmeras,
Matas de coco y frutos.
Fui para mi isla el gracioso, el fantoche de razas mezcladas.
Y en cada alborada buscaba el corazón de mi isla Quisqueya,
En todas las devociones y santuarios
Hasta por debajo del mismo abismo.
En una noche de un crudo invierno de febrero,
Me separaron de ella.
Y ahora en mí,
Morada fría con calefacción falsa,
Me doy cuenta que tú dejaste de ser mi dueña.
Y ni siquiera el rencor me acompañó en esa larga partida,
Y en la ausencia de mi niñez, todos mis recuerdos:
El mangú, como el majarete, el paladar criollo, en mi murió debajo de la nieve blanca, de una cuidad de rascacielos.
Y Abrí mi alma y sólo vi
El color rojo de las hojas secas de otoño como tus montañas.
Una gota rodó de mi vieja y cansada mejilla por el tiempo,
Como los colores de tu mar tropical, mi querida isla.
Quise ser fiel a la naturaleza que el creador
ha cimentado para nosotros los dominicanos;
y no volví a dejar mis huellas al caminar descalzo
por los añejos caminos de mi tierra
Para sentir los pasos de mis antepasados, mi querida Quisqueya.
Fui el Judas que, con sufrimiento viejo de su infancia,
Creó un odio y me convertí en el bandolero,
El que vendió su patria y me transformé
En el rufián que olvidó sus palmeras,
Las brisas libres del Caribe, el agua de tamarindo
Por los fríos edificios de concreto y ladrillos,
Sin ventanas.
Solo con aire descompuesto, falso,
Vendí mis crepúsculos de brillantes colores anaranjados
Para tener los anocheceres grises.
Y me perdí por las vías sin regreso,
Perdí la nobleza, el amor a la nación.
Y por unas cuantas monedas extranjeras
Me vendí como cualquier degradado de la calle.